Reflexiones sobre el presente y lo externo

Procurarse excusas para seguir siendo una persona conformista es aún mas triste que el cinismo. En el cinismo al menos se está consciente, aunque no tanto dirían algunos pensadores que respeto, de que no se está haciendo nada por cambiar una situación indeseable.

Cuando añoro cosas que deseo y no tengo, o que no deseo y tengo, o cuando trato de explicarme porqué actúo de una forma o de otra, o cuando me pregunto porqué la relación que deseo tener no desean tenerla conmigo, o la relación que los demás desean tener conmigo yo no deseo tenerla con ellos; por un momento pierdo la calma y siento una ligera molestia, disfrazada de una pasiva furia, que más que volverme agresivo me vuelve espectralmente quieto.

Pero es, sin duda, sólo hasta el momento que hago consciente que dicha relación está comprometida a muchos otros factores que no puedo comprender. Cuando una persona está tratando de pegarle a la piñata con una venda en los ojos, notablemente hay muchas cosas que no puede hacer, no podría manejar un auto con una venda en los ojos y un palo en las manos, no podría preparar la cena, mirar a las chicas guapas de la fiesta, ni podría cambiar la música; sin embargo no le importa no poder hacerlo, lo que sí le preocupa es pegarle a la piñata.

Tal vez porque sabe que una vez que le de tres y su tiempo se acabe la venda será retirada y volverá a tener el libre control sobre su vista y sus manos, pudiendo así alcanzar cualquier cosa que desee, una vez más.

Y si bien no sé porque he usado este ejemplo, me parece bastante claro que en ocasiones estamos limitados por las propias condiciones de nuestro entorno, como nuestra edad, genero, preferencias, rasgos étnicos y mucho más, sin embargo al igual que la venda para pegarle a la piñata, es sólo temporal, situacional y pasajero.

Aunque los rasgos físicos y la raza, no necesariamente se modifican de situación a situación, el peso que estos tienen en la interacción que tenemos nosotros como personas si lo hace, y una persona perfectamente tiene la capacidad de sobrepasar dichas circunstancias y proveerse de cualquier cosa que desee vivir.

La posibilidad no implica la facilidad de obtener algo. Y la dificultad no debería ser un punto de quiebre para emprender o no una empresa. Lo que debería motivar a los seres humanos para llevar la vida que desean es la voluntad, una voluntad entrenada y fuerte que sea capaz de servir al ser y desarrollarlo.

Lo único que separa a un hombre de la plenitud es sí mismo y las ideas que tenga: de sí mismo y del mundo.

Cualquier factor externo a las personas puede influir en ellas siempre y cuando las personas sean lo suficientemente inconscientes y débiles para aceptar como absolutas las determinaciones ajenas a las propias. Nadie que se jacte de escribir su propia plenitud podría conformarse con excusarse detrás de las circunstancias. Nuestros actos nos definen y el tiempo sólo es el marco que los humanos le damos a las acciones que suceden y que creemos están por suceder.

Debemos tener la mirada atenta en el presente, escucharlo, sentirlo, olerlo, probarlo, pensarlo pero sobre todo vivirlo.

Lo demás no existe.

Escasez

A quien corresponda:

No por ser un día de verano, las hojas de los arboles no van a caer. Aunque existen razones suficientes para enlazar el sentido de los actos recientes en un determinado momento histórico, no enlazarlos es igual de válido. Por eso parece ser un placer caprichoso de algunos seres humanos el pensamiento crítico.

¿Qué responsabilidad existe en los actos conscientes de una persona que considera el asesinato un oficio aceptable? ¿Qué más da que este individuo haga consciencia, se cuestione y hasta actúe de acuerdo con su moral? Al final los que no matamos, sólo tenemos esa singular distinción de los asesinos.

Parece ser que la acción es la forma más válida de interacción. El juicio ya es un tanto quisquilloso. Cada día que pasa hablar se vuelve más incoherente. Las conversaciones están llenas de elementos que obstruyen la comunicación. He notado que muchas cosas dentro de un mensaje, no sólo son innecesarias, sino que implican un alto grado de contextualidad, que si bien ya tenía claro que en mi país el contexto es sumamente importante, me temo que no había reparado en esta práctica en muchas ocasiones es causal de malos entendidos.

Por eso ya no se que decir, ni que pensar. Todo lo que había creído luce tan parco, tan hueco, tan superficial. Y pues parece que no sé, o nunca supe donde indagar lo que realmente tiene caso conocer, degustar y probar. Supongo que debo tomarlo con calma y dejar que el presente me envuelva en su instantaneidad, su tiempo sin tiempo, como una fotografía.

Es como la belleza de una mujer bella. Belleza que se esconde principalmente en sus palabras y en sus ojos, pero que se desborda en su aroma, en sus manos y en como te toca. Vive en la expresión de su rostro, por eso no se va con los años, la juventud la esconde pero no para siempre. Pero sin duda la única arma que tiene la belleza auténtica se encuentra en la voz apacible de una mujer segura de si misma y que no tiene miedo a hablar sin la necesidad de decir algo. Es la inteligencia natural y graciosa, la seducción y el poder de los cuerpos femeninos de hacer con todo lo que existe un espejo.

Paradójicamente tanta vitalidad y fuerza que parecieran ser eternas, se disuelven fácilmente en el miedo, el ego y en lo superficial.

Es difícil pues explicar con palabras lo que considero ningún discurso puede englobar, me gusta tanto escribir que me obligo a pensar en voz alta, un poco para aclarar mis ideas y otro poco para corroborar que existen y hasta posiblemente hagan sentido, en otra realidad ajena a la mía.

Y sino no importa, lo que tengo que hacer ahora es: observar.