Teoría Estética – Adorno

Cualquier aportación a este trabajo de revisión será
bienvenido. El ideal es que se convirtiera en una traducción colectiva de trabajo.
Mateu Cabot
Universitat de les Illes Balears mcabot@uib.es
Este trabajo sólo se publica en:
http://www.mateucabot.net/pdf/adorno_teoria_estetica_v8.pdf

Apuntes sobre la escuela de Frankfurt

(Por: Ramón Reyes)

Se puede decir que si hay una corriente de investigación mal interpretada y tergiversada, ésta ha sido la Escuela de Frankfurt en cuanto Teoría Crítica. De aquí, que se hayan divulgado opiniones que presentan una serie de tópicos convertidos en lugares comunes de determinados análisis. Entre algunos de estos tópicos trataremos los más frecuentes y difundidos: elitismo, pesimismo, academicismo, «teologicismo» y , por último, la incapacidad de sintetizar a Marx con Freud. Estos tópicos, entre otros, deambulan por textos, manuales y libros especializados pasando a ser, ya casi, un complemento de la Escuela. Pues bien, a continuación haremos una breve referencia a estos juicios que han surgido unas veces por lecturas improvisadas y, otras, por intenciones no muy coherentes con la reflexión teórica.

De todas estas ideas manidas es, quizá, el elitismo el que mayor extensión ha tenido. Como «elitismo» se ha expuesto la perspectiva crítica a partir de una extraña contraposición entre teoría y sentido común. La dificultad lógica de la lectura filosófica se ha extrapolado al propio pensamiento expuesto con lo que se ha dado una profunda confusión entre temas, método y planteamiento. De este modo, la crítica a la Cultura de Masas, en cuanto proceso de destrucción intelectual de las poblaciones de las sociedades de consumo, se ha juzgado como actitud de «desprecio» a la misma sociedad. Aspecto éste tan contrario a las intenciones y propósitos de la Escuela que siempre hizo suyo -y vitalmente lo demostró- el proyecto ilustrado. Sin embargo, este tópico sigue gravitando sobre obras como las de Horkheimer y Adorno como calificativo que soslaya sus contribuciones esenciales al estudio del autoritarismo, la pseudocultura o un tema tan cotidiano como es el de la extensión de la irracionalidad social a través del horóscopo, la adivinación, etc., en los mensajes comunicativos y que son parte esencial de las nuevas «supersticiones secundarias».

Unido a este tópico está el de pesimismo. A la Escuela se la tilda de apocalíptica y desilusionada. Se le achaca el no dar «soluciones» con lo que se asigna una imagen de teoría cerrada sobre sí misma. De nuevo, y al igual que con el elitismo, se descalifica el significado de la dialéctica negativa bajo una interpretación que resalta el concepto de lo «negativo» en su uso vulgar. Es el viejo recurso de rebajar y reducir los conceptos y análisis para así rebatir más fácilmente los argumentos. Y con el procedimiento de tachar de «pesimistas» se apela, a la vez, a un positivismo también rebajado que se defiende como útil y verdadero.

La suma de elitismo y de pesimismo conduce al pretexto de academicismo, paradójicamente presentando el término de «académico» como peyorativo, sin recordar que académico proviene de la platónica y libre Academía clásica. Se censura a los teóricos críticos de «profesores», como si ello fuese el peor de los insultos. De modo que la complejidad se iguala a pedantería. Y la dificultad intelectual se equipara a arrogancia. En consecuencia, se desprecia el trabajo y el rigor teórico bajo la etiqueta de pesadez y tediosidad, poniendo como ejemplos a seguir el ensayismo trivial que tanto daño hace a la Filosofía y a la Ciencia Social.

De lo anterior no es extraño, entonces, que se conceptualice a la Teoría Crítica como «teologicismo», y entiéndase que no decimos Teología en el profundo sentido de esta área del saber; es decir, la abstracción se considera abstrusa y se reclaman metodologías cuantitativas y empíricas en un sociologismo que poco tiene que ver con la sistematicidad y objetividad del conocimiento experimental austero y conciso. Precisamente, el estudio frankfurtiano sobre la razón instrumental avisaba sobre el desprecio hacia áreas y procedimientos intelectuales que contenían importantes núcleos conceptuales sobre procesos de liberación y búsqueda de aperturas a lo que, éticamente, se ha denominado como el «deber ser» frente al «es».

En esta relación de tópicos no podía faltar, finalmente, uno de los que intenta desautorizar a la Escuela desde la Epistemología. Para ello, se recurre al desprestigio de las obras de Marx y de Freud. El Positivismo lógico y, sobre todo Karl Popper, pusieron los fundamentos de este modo de actuación. Así, se repite que la síntesis Marx-Freud resultó imposible en su armonización crítica. De aquí que se omitan, de nuevo, las investigaciones sobre consumo y Sociedad de Masas, cultura y comunicación, el replanteamiento de la cotidianidad unidimensional y, de una forma especial,la creación de la escala «F» de fascismo y la aplicación de métodos estadísticos en la temática de la personalidad autoritaria -base del Nazismo y de su continuidad posterior-, la reproducción del autoritarismo en la familia y el funcionamiento de la conducta y metapsicología de las Masas dirigidas. En consecuencia, desde el asalto a los ejes conceptuales y temáticos dialécticos y psicoanalíticos se emprende la anulación de la Teoría Crítica presentada como carente de objetividad. En estas condiciones, la pregunta es la de por qué se toma tanto esfuerzo en desprestigiar a una Teoría que se presenta como descabellada. Precisamente, el ingente afán por descalificar el análisis de la Escuela de Frankfurt confirma la penetrante capacidad de la Teoría Crítica para continuar en su proyecto ilustrado y clásico de proseguir reafirmando la aclaración racional de la realidad.

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http://www.boulesis.com/especial/escueladefrankfurt/historia/
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La escuela de Frankfurt, la importancia del pensamiento crítico

Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, J. Habermas, y Herbert Marcuse

A lo largo del curso hemos visto las distintas corrientes de pensamiento que han tratado de entender lo que significa pensar y además cómo el pensar no debe estar relegado simplemente a una actividad superficial, sino que debe tomar un papel importante en la sociedad, al grado de modificar y proponer una orientación racional en las actividades que se llevan a cabo diariamente en la sociedad. Esto por medio de un mejor entendimiento de las razones que motivan las acciones que llevamos a cabo, y entendiendo los elementos que, actualmente y de manera más bien utilitaria, están determinando el accionar de la sociedad. Tal es el caso de la industria cultural y los productos mediáticos diseñados para la continuidad y no para el diseño de una mejor convivencia.

Sólo por medio del conocimiento de los factores que impulsan a las personas a tomar las decisiones en sus vidas, y también por medio de los mecanismos que medien entre todos los miembros de una comunidad, será posible diseñar una mejor sociedad: una convivencia más equitativa en donde los miembros de la comunidad puedan vivir mejor y desarrollarse lo mejor posible de acuerdo a sus deseos y ambiciones personales.

Y además, lograr de alguna manera, detener la depredación en que vivimos, la cual genera en las personas una carga adicional de estrés y profunda infelicidad por el simple movimiento de la cotidianeidad. Por esta razón, pensadores como Heidegger, Horkheimer, Adorno, y muchos otros, consideraron importante primero delimitar que, en cada uno de los casos de forma distinta, que era pensar, su importancia y su impacto, pero además la dosis racional que interviene en ese proceso y el porque, según cada uno de estos filósofos consideraba, preponderante para el desarrollo de la convivencia social, el pensamiento colectivo y el desarrollo de la propia individualidad.

Por lo anterior, hay que tomar en cuenta lo siguiente: si bien es cierto cada uno de estos filósofos al final caen en problemas lógicos, dado que hablar de una manera tan práctica sobre la razón, desde Heidegger hasta Adorno, todos tienden o tendrían que tender hacia la creación de una ética, que en algunos casos no se desarrolla nunca, pero en otros casos simplemente no puede tener el alcance que se desea, puesto que es demasiado complejo hacer una generalización de los patrones universales bajo los cuales debe desarrollarse o llevarse a cabo todo el actuar de una civilización, sociedad o comunidad en un punto determinado de la historia.

Teniendo en cuenta lo anterior, presentaré algunos fragmentos de los textos de estos filósofos que ilustran con mayor claridad la tesis que propongo y que además nos permiten darnos cuenta de cómo estos filósofos fueron aportando ideas, conceptos y razonamientos profundamente críticos sobre la sociedad que comenzaba a crecer basada en el sistema económico del capitalismo, y cómo existen planteamientos que eran vigentes entonces y que, sorprendentemente, siguen siendo vigentes hoy en día.

“…el aprender no se puede lograr a fuerza de regaños. Y sin embargo, en ocasiones uno tiene que alzar la voz mientras está enseñando. Hasta tiene que gritar y gritar, aun donde se trata de hacer aprender un asunto tan silencioso como es el pensar. Nietzsche que era uno de los hombres más silencioso y retraídos, sabía de esta necesidad. Sufrió el tormento de tener que gritar. En una década en que la opinión pública no sabía todavía nada de guerras mundiales, en que la fe en el “progreso” casi se estaba haciendo la religión de los pueblos y estado civilizados,”

No sólo la influencia de Nietzsche queda plasmada en la afirmación de Heidegger, sino también un reclamo a alzar la voz, a esclarecer un concepto con todo el peso que eso significa. Hablar de aprender es hablar de un mecanismo para la obtención y retención de diversos tipos de información, que indudablemente determinarán los contenidos y las acciones de las personas que tengan la capacidad de retenerlas. Este aprendizaje resulta indispensable para poder desarrollar cualquier cosa y aún sobrevivir a las adversidades del medio ambiente, y demuestra que existe una importancia preponderante en que el discurso logre una comunicación efectiva.

Pero también el reclamo a una sociedad que sin la madurez aún necesaria desdeña dicho aprendizaje, lo relega y lo obvia, cayendo en el riesgo de volverse indiferente ante la ignorancia. Claro queda que este reclamo proviene de ver a una sociedad adormilada, controlada por la propaganda política, el nacionalismo, y las verdades científicas tan cuestionables por los filósofos críticos, que nublan a todas luces el desarrollo de los seres humanos, individualmente y en su conjunto. Igualmente, al no haber una intención o si quiera una comprensión de las consecuencias de dicha situación, no hay un solo incentivo que invite a modificar dicho patrón de comportamiento.

Semejante consigna parece y es tan vigente hoy en día, cuando nuevos factores, como la industria cultural y todos sus contenidos en los medios de comunicación, evitan que las personas conozcan y cuestionen, que reflexionen y analicen las cosas de una forma crítica. Primero, porque no hay una formación propiamente establecida a nivel social sobre el pensamiento crítico, y segundo, porque no existen canales en donde las personas puedan mirar de manera objetiva los sucesos y las decisiones políticas que les afectan. Esta ignorancia y falta de crítica social mantienen una tensa paz en donde las cosas se comportan con cierto orden, más por la costumbre que por un pensamiento lógico.

“En el movimiento de la sociedad, el ascenso de unos suele estar compensado por la degradación de otros; la regulación central de la vida, la administración que planifica cada detalle, la llamada racionalidad estricta, aparecen como un compromiso histórico. Ya en el tiempo del nacionalismo resultaba claro que la conducción totalitaria no era fortuita sino un síntoma de la marcha de la sociedad. El perfeccionamiento de la técnica, la extensión de los medios de transporte y las comunicaciones, así como el incremento de la población, determinan una organización rígida. La oposición, por más esperada que sea, es arrastrada por ese mismo curso de las cosas que ella debería modificar. No obstante, expresar lo que se conoce y merced a ello ayudar quizás a evitar un nuevo terror, es algo que sigue siendo derecho del sujeto todavía viviente.”

Por un lado existe esta crítica a las personas que conformamos la sociedad, y que de manera consciente e inconsciente vamos configurando nuestra realidad, y además colaboramos en la construcción de la realidad colectiva, todos formamos parte y comenzamos a darle rasgos particulares al común denominador de una determinada comunidad, esto genera un valor y una convivencia necesariamente multifacética y rica en ideas y recursos, mismos que si no tienen una orientación a favorecer las necesidades de la mayoría, pronto se vuelven un lastre para el desarrollo de dicha comunidad y al tiempo se vuelven una carga, un peso incomodo que no permite el desarrollo individual de los miembros de dicha comunidad y termina arrastrando, además, la convivencia social a un caos de inconformidad y apatía de toda la comunidad. Esto aplica a nivel microsocial, como pueden ser los núcleos familiares más directos, hasta macrosocial, como países enteros en donde todas las personas están abrumadas por la presión social que ellos mismos se están imponiendo.

Por lo anterior, la consciencia de dicha construcción y la responsabilidad de tener el poder casi inmanente de crear, construir y delimitar los bordes estructurales y de pensamiento de una sociedad, hacen la diferencia entre una sociedad llevada por los impulsos y la resolución constante de la inmediatez, y una desarrollada, pensante, que busca la mejora constante, o al menos provee la paz necesaria para que exista una armonía suficiente, y todos los miembros de dicha comunidad puedan vivir lo mejor posible.

Ahora, no sólo los individuos en su individualidad van formando una gran consciencia y pensamiento colectivo, sino que también existen herramientas, instituciones y grupos que van dando cierta forma a las estructuras sociales, y como menciona Horkheimer: no es un hecho fortuito que estas tiendan a favorecer a ciertos grupos.

Obviamente para darle cierta legitimación a dicha parcialidad, estas instituciones refuerzan los elementos sociales que convienen a sus intereses, que permiten crear una generalización que suene congruente -y digo «suene», porque difícilmente se acerca realmente a algo que sea congruente-, para de esta forma ratificarse en la élite del poder. Aunque esto signifique hundir a las personas en la ignorancia, por lo menos, de dicho suceso en particular.

“5. De hecho, la ciencia de las décadas de la preguerra exhibe una serie de fallas, pero estas no residen en la exageración de la racionalidad sino en su estrechamiento, el cual se halla condicionado por la creciente solidificación de las relaciones sociales. La tarea de registrar hechos sin preocuparse por consideraciones extracientíficas, y de verificar las regularidades que existen entre ellos, había sido originalmente formuladas como una meta parcial del proceso de emancipación burguesa, que entraba en confrontación crítica con los obstáculos escolásticos que impedían la investigación.”

No obstante, algo que es una de las características más importantes de la escuela de Frankfurt y su pensamiento crítico, es la crítica al pensamiento científico, y en general, a la ciencia y su concepción. Dado que -sin llegar a descalificar por completo su utilidad- sí cuestiona de manera abierta y profunda, la serie de carencias que está presenta al dejar al pensamiento racional relegado a ser un mero instrumento de repetición.

La ciencia cumple importantes funciones en el desarrollo de una gran parte de las actividades en la modernidad, ha permitido generar procesos estructurados, que sirven para repetir fenómenos de las naturaleza y llevarlos a diversas áreas de la vida del hombre, para facilitar su interacción con el medio ambiente, la obtención y conservación de recursos de la naturaleza misma, y hasta generar cierta comodidad y simplicidad en procesos que de otra forma eran irrealizables, o que tomaban mucho tiempo de otra forma.

De esta forma la ciencia contribuye al desarrollo de las condiciones humanas por medio de la simplificación, sistematización y conocimiento estructurado de procesos que nos permiten concentrarnos en otras áreas y seguir desarrollándonos como individuos y como sociedad.

Lo que aquí se pone en duda, es ese valor de verdad absoluta que el positivismo y el pensamiento utilitario pretenden darle a la ciencia, dibujándola en el entendimiento colectivo como un hecho irrefutable y que además se tiene que entender por cierto y de facto, puesto que la ciencia lo está postulando. Por un lado esto es grave e incorrecto, primero, la ciencia trabaja bajo condiciones determinadas y bajo esquemas de repetición de sucesos, se genera un modelo y después se propone que ese modelo particular, debe aplicar para todos los casos individuales, es decir, al igual que la conceptualización, la ciencia toma un particular arbitrario y lo vuelve un universal. Si bien como describí, es útil, eso no lo hace verdadero.

«La ciencia necesita de quien no la ha obedecido, lo que para el espíritu de la ciencia es verdaderamente valioso es lo que ella difama, momento del idiotismo, al que consecuentemente la ciencia se condena y del que inconscientemente se avergüenza.»

Precisamente la observación de Adorno sobre el desobedecer a la ciencia responde a esa necesidad del pensamiento racional, ese entendimiento de lo que se está realizando por encima solamente de la repetición, queda claro pues que el valor real del pensamiento científico quedará siempre en función de la racionalidad que se le imprima para darle una función.

La crisis de nuestros tiempos en cuanto a consciencia social se refiere, radica principalmente en este silencio acuerdo tácito entre los conceptos existentes y las personas en general. Al no existir un contra peso con respecto a la producción de conceptos verdaderos y además, estos se respaldan en modelos particulares, que resultan ciertos únicamente en cierto número de casos, es seguro que al universalizarlos los resultados van a variar.

Es tonto pensar que es posible por medio de un solo caso particular, por más repeticiones que puedan realizarse de ese mismo caso, podemos deducir plenamente la verdad, cuando la más mínima variación puede resultar en conclusiones profundamente distintas.

Solamente por medio de alzar la voz y cuestionar lo que se ha dicho, sólo exigiendo una comprobación que a todas luces resalte la conveniencia de tomar tal o cual decisión, entonces podría llevarse a cabo, pero al no haber una crítica, al no entender si quiera lo que está sucediendo, cuando la mitad de la población está enajenada por culpa de la ignorancia y la otra mitad vive engañada por culpa de la información disponible que es parcial, corrupta y superficial, entonces el resultado es una sociedad políticamente estéril resignada a mirar por la ventana el destino que alguien más está eligiendo por ellos.

«Siempre que el pensar es verdaderamente productivo, creador, es también un reaccionar. La pasividad está en el corazón de lo activo, es un adecuarse del yo, al no-yo. Para ser siempre productivo, debe estar determinado por su cosa. Esa es su pasividad. Su esfuerzo coincide con su capacidad para aquella.»

Finalmente y lo más importante, desde mi percepción, más allá de las posibles interpretaciones personales de los lectores y de los filósofos mismos, entender el pensar como un reaccionar, como tomar acción sobre nuestra ideología de vida, pero además responsabilizarnos por los actos que hacemos y que se suman a la consciencia colectiva, nos permite modelar la sociedad que queremos. Si bien es cierto que es sólo el principio y además es necesario que todas las personas poco a poco se vayan haciendo conscientes, y además partícipes de esta transformación del entorno, del medio ambiente social y dejar de una vez de aceptar como dadas las condiciones en las que tenemos que desarrollarnos. Responder al llamado que nos exige nuestra propia moral y que no nos debería permitir en ningún momento, seguir actuando con pasividad y apatía sobre las cuestiones que ocurren en nuestro entorno, es nuestra responsabilidad y además nuestra oportunidad de acercarnos más al ideal de vida que cada uno persigue, y en esa realización individual es cuando estamos más abiertos a procurar la realización de todos los demás. Crecer de manera conjunta y ayudar, colaborar y recibir los beneficios de trabajar todos como una sociedad activa, fuerte, consciente y responsable.

La única forma de realmente de cobrar consciencia y tomar acción, es por medio del ejercicio activo de la crítica y del poder que tiene cada individuo de influenciar, de persuadir y de negociar para buscar mejores condiciones para sí mismo y para sus seres cercanos. Con responsabilidad, buen juicio y sobre todo con orientación a la colaboración y a la convivencia, es como el pensamiento crítico debe transformar la realidad de las personas y devolverles el poder que han perdido inmerso en la industria cultural, la política y el sistema económico.

Observaciones sobre el pensamiento filosófico, Theodor W. Adorno

En el inicio del texto Adorno hace una diferencia entre el pensar en cuanto a lo pensado y el pensamiento filosófico, donde antes que iniciar a desenredar características particulares de cada uno de estos tipos de pensamiento, primero explica sus similitudes y casi la dialéctica entre los términos pero más sobre dichas actividades.

Por un lado, en el movimiento intelectual de la ilustración, se adopta la mecanización de los procesos, tal como en el método científico no se cuestionan ni se analizan, sólo pareciera ser, que se busca la satisfacción del mismo resultado en todos los eventos realizados bajo las mismas circunstancias, pero que eso no le da una razón absoluta al fenómeno, dado que lo único que esta haciendo, es nombrando a un suceso particular y hacerlo válido para un universo de fenómenos relativamente similares.

El pensamiento crítico que tienen las ciencias sociales y que por lo tanto tiende a generar conceptos mucho más particulares y que, carecen de una repetición tan obvia y encubable como los experimentos científicos, dado que su campo de estudios son los seres humanos, y no existe razón alguna que justifique menguar la existencia de los individuos, dado la brevedad y valor individual de la vida, experimentar y repetir condiciones particulares con seres humanos, quedando claro así que el hecho de que las ciencias sociales no vean imprescindible repetir cada fenómeno sobre el que estudian para considerarlo válido y razonable en la cuestión que está analizando.

Este proceso de mecanización y generación de conceptos científicos, obliga al individuo a abandonar el proceso y ser simplemente un ejecutor, sin imprimirle nada en particular, más que, probablemente, el talento de llevar a cabo el proceso al pie de la letra. Bien, no está en ningún momento agregando valor a la cadena del conocimiento y sí está deteniendo ahí todo avance tecnológico. Es cuando el científico rompe con el canón orillado por su curiosidad y su observación, válgase aquí la expresión: Su intelecto. Ese pensamiento crítico y creador que en definitiva tiene que ser el pensamiento filosófico.

«La ciencia necesita de quien no la ha obedecido, lo que para el espíritu de la ciencia es verdaderamente valioso es lo que ella difama, momento del idiotismo, al que consecuentemente la ciencia se condena y del que inconscientemente se avergüenza.» (pag. 17)

Por tanto, sin que Adorno descalifique categóricamente a un pensar sobre el otro, si cuestiona con profundidad el porqué se posiciona a uno sobre el otro y recibe mayor atención un tipo de concepto sobre el otro. El pensar es un proceso complejo y fundamentado en la dialéctica misma de todas las cosas, según aquellos que explican el acontecer de los hechos y las cosas con base en esta teoría.

Ejemplificado con la frase: «Siempre que el pensar es verdaderamente productivo, creador, es también un reaccionar. La pasividad está en el corazón de lo activo, es un adecuarse del yo, al no-yo. Para ser siempre productivo, debe estar determinado por su cosa. Esa es su pasividad. Su esfuerzo coincide con su capacidad para aquella.» (pag. 13)

El mensaje que parece dibujarse con claridad en las palabras de Adorno va más allá de calificar y separar una serie de elementos para entender la distinción entre un pensamiento y el otro, sino darle el justo valor a ambos y mostrar de una manera clara y profunda la importancia de no enfocar ambos entendimientos como absolutos sino aprender a mediar entre ellos para sacar el mejor provecho de las capacidades intelectuales de los seres humanos.

«La reflexión filosófica no hará sino romper el proceso del discurso» (pag.15) En el sentido que, para poder introducir un nuevo pensar que se empate mejor con las condiciones actuales del presente, el concepto en sí deberá ser, una vez más, puesto en la balanza, discutido y analizado, con la finalidad de ser lo más acertado a su materialización del presente en la realidad.

Finalmente, y lo valioso desde mi punto de vista, desde este texto es la siguiente máxima: El pensamiento sólo es útil si transforma la realidad y colabora con la creación de una mejor convivencia entre todos los elementos del universo. De esta forma el pensamiento se vuelve el motor de la transformación en todos los niveles de la actividad humana y su existencia, y la convivencia ideal se acerca por medio de la capacidad del hombre de razonar, de criticar de crear. Y jamás debería justificar ni aceptar, la resignación, la entrega absoluta del poder que tiene el conocimiento, a repeticiones ciegas y temporales del entendimiento de un fenómeno en particular y llamarlo universal dentro de una gama de fenómenos similares. Un ejemplo de esto es la siguiente linea del texto de Adorno: «Cuando el pensamiento filosófico no alcanza el ideal de renovación constante a partir de la cosa, fracasa, por mucho que se encuentre en textos importantes.» (pag. 16)

El pensamiento debe transformar y dar forma a la sociedad, y no venir a justificar el por que, las condiciones están dadas y la sociedad sólo se adapta a los cambios determinados por una mano invisible. Esa es la diferencia entre los filósofos y los economistas.