Las personas, la comida y las situaciones son suceptibles de pudrirse en cualquier momento, incluso si llueve… Se pudrió todo.
Y es que mis hermanos argentinos tienen esta bella y horrible manera de referise a la vida y su experiencia que me hacen pasar de la risa a la desolación muy a menudo.
Ahora sé que no hay muchas referencias culturales previas para entender a los argentinos a priori. Hoy entiendo que el chavo del 8 es el equivalente a los jugadores de futbol argentinos en la liga MX y los chavones que te rentan las palapas en Cancún. Sin duda la lejanía de la cultura argentina con el mundo, la hacen una bella y misteriosa perla inaccesible a muchas miradas.
Aunque una visita obligada en el turismo de los jovenes del primer mundo, su influencia cultural en Latinoamérica, se mantiene aún en el umbrál de su potencial. Buenos Aires está sosteniendo en su existencia un mundo paralelo al latinoamericano y al europeo, pero lejos de ambos, como sumido en su propia sombra por el placer de contemplarse a sí misma.
Todavía no distingo si es la profundidad de los movimientos políticos en Argentina tan grande que me cuesta comprender su magnitud, o son los porteños, personas tan intensas con respecto a sus opiniones y creencias que es fácil imaginar un partido político detrás de sus ideologías. En ambos casos, me resulta fascinante.
Hoy encuentro mis ojos contaminados, viciados de mirar lo que quieren ver. De repente me encuentro con alemanas en los cafés y seminarios de cine, y aunque, sin duda esta es una tierra que no le es ajeno, ni lo alemán ni la cinematografía, pero noto en mi experiencia un deseo silencioso por caminar otros senderos.
Aguardo con ilusión por el momento de encontrar a mi primer argentino fuera de Argentina y tener la oportunidad de tener una nueva mirada para él/ella. Igual que sorprenderme al encontrar pedacitos escondidos de argentinidad en mi persona. Estoy seguro que en los países como con las personas, las fuertes dosis de tiempo nos provoca una cierta ansiedad previa a la adicción, como una «inocente» gula, imperceptible deseo, pasión inconsciente, o que sé yo… de querer un poco más, cada vez más.
Lo bueno, es que mucho perdura y lo encontraré a la vuelta, lo malo… No existe.
Namaste.