Recuerdos de muchos pasados

Hoy te ví en un hermoso vestido rosa. Sólo era una fotografía. Hoy me recordaste que más que tu belleza yo amaba tu ser artístico. Recuerdo tantas cosas, tantas personas a las que hoy he decidido hablarles como si aún estuvieran aquí.

Hoy recuerdo cuando amé y cuando tenía tantas ilusiones, recuerdo aquella vez que por primera vez hice consciencia sobre la uña de mi pulgar y sobre las emociones que me transformaron suave y profundamente. Ahora recuerdo que ese lugar era un poco como el infierno, aunque bueno todo es un poco como el infierno en estos días.

¿Cúantas veces llegaste a mi de manera inesperada?

Es notable, que de algún modo u otro, siempre estaba rodeado, lleno de tí, cubierto de esa incertidumbre unas veces y de esas malditas certezas otras tantas.

Han pasado tantos años, 29 para ser exactos… 30 para redondear. Faltan 30 días para mi cumpleaños y aquí estoy, mirando a la ventana más grande que he tenido en frente y de la primera que si podría lanzarme a voluntad. En un lugar tan recóndito que casi puedo esconderme de mi mismo, pero casi no es poder.

Ya no tengo miedo porque las almas que me guían en esta existencia siguen su constante manifestación en el momento que deben, ayudándome a respirar. ¿Me pregunto como hubiera sido mi vida, si hubiera tenido el coraje de tomar lo que por derecho animal podía arrebatarle a la vida? ¿Hubiera sido capaz de mantener mi espiritu libre, aún en la necesidad apremiante de mantener una familia? Sé que el hubiera no existe y agradezco haber tenido la paciencia de conquistar mi soledad en aquel entonces y someterme a ella el día de hoy.

He tenido todo, lo he perdido todo y he vuelto a comenzar una y otra vez. Lentamente se van formando caminos que parecen cada vez más lejanos y profundos, la realidad se difumina y el tiempo se vuelve tan lento. Así el paso de los días parece decirme algo al oído, con su dulce tono de muerte que acerca y aleja el final según el propio deseo.

Sé que nada de lo que acompaña nuestra humanidad es puro, ni natural. El mismo pensamiento permea y adorna la realidad para que nuestras acciones justifiquen nuestro egoísmo, haciendolo parecer el designio de nuestra divinidad. Las relaciones de pareja y las amistades pueden ser solamente una forma de auto-representarse, de reflejarse en los tonos que nos gusta mirarnos. Pero cuando ya no nos gusta mirarnos, preferimos quedarnos solos, alejarnos del reflejo humano, aunque para muchos eso no es posible.

No diría que estoy triste, tal vez estoy aburrido. Aún no sé que prefiero hacer con el tiempo que tengo, la responsabilidad de hacer se esfumo cuando entendí que nada ni nadie es realmente trascendente ni para el mundo, ni para la sociedad. Lo mejor que podemos hacer todos es irnos, haciendo el menor ruido posible, permitiendo al alma natural de la madre refrescarse en si misma sin la intervención egoísta de nuestros deseos.

El castigo de la vida

Cuando las personas hablan de manera superficial sobre la reencarnación, por alguna razón piensan que es como un premio el hecho que, sin importar lo que hagas en esta vida, volveremos una y otra, y otra vez a morir y a nacer, por una eternidad, hasta experimentar la totalidad.

Pero cuando se hace consciencia de este proceso, el vivir se vuelve escalofriante. Pues se puede sentir lo débil de la voluntad humana. Lo simple que es volverse partícipe de la dominación y la explotación del otro. El sabor de la comida y la sensación del sexo, y así cualquier cosa que nos reintegre un poco de placer, puede volvernos esclavos de nuestros propios deseos, no sólo en esta existencia, pero en muchas más.

En alguno de mis cursos de economía, el profesor nos explicaba la relación de la cantidad y el valor, usando el ejemplo de una pizza. Según esta analogía, la primer rebanada de pizza es la que tiene más valor pues es cuando más hambre tienes; conforme vas comiendo más y más, el valor o la satisfacción que se obtiene por cada rebanada, va disminuyendo hasta el grado en que podría ser desagradable, o restar valor, el comer otra rebanada de pizza.

A partir de esta idea, y proyectandolo a cualquier deseo humano, ¿Cuántas veces tenemos que experimentar cualquier deseo para hacer plena consciencia de su total ausencia de valor? y sí así fuera: ¿Eso sería suficiente para frenar y poner fin a todo deseo?

Estoy atrapado en mis más profundos deseos, he dejado de resistir y estoy tratando de aceptar en plenitud lo que soy. Estoy cerca de un entendimiento aunque me siento más perdido que nunca en el camino. Cada día se vuelve más dificil mantener los pies en la tierra, cuando siento la irrefrenable necesidad de salir volando.

Siento mi alma en una profunda ausencia de luminosidad, siento lejana mi luminosidad, y no siento estar en camino de alimentarla… Respiro profundo y espero con paciencia el cambio de ciclo. Estoy aquí y ahora, estoy consciente de mis actos, y estoy aceptando todo lo que soy. Me pregunto si volveré a tener deseos de hacer algo.

Namaste

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