Cuando despertemos será muy tarde para recordar todo lo que pasó, pero siempre se puede dejar de recordar.
Estamos en una época de transformación silenciosa, si se observa con cuidado se puede ver los eslabones derrumbándose y como se caen al suelo fuertes paradigmas de manera casi espontanea. Son tantos los ejemplos en las más sutiles expresiones de la vida misma. Los seres vivos que interactuamos en este planeta, cada vez más nos interrelacionamos con mayor fuerza, siendo el ser humano, quien aún agrede al resto de la vida, por la simple satisfacción de los más innecesarios deseos, de los opulentos seres humanos.
La destrucción sistemática de lo vivo y esta reconstrucción tan violenta y elegante, hace olvidar a quienes ahora son dueños de esa propiedad, de aquella pieza artificial, y le parece una realidad más deseable. La sordera y ceguera del hombre en su aniquilación sistemática de lo vivo, avanza sigilosamente hacia el final de la propia raza, ¿Cómo será mirar pacientemente al alcohólico beber hasta su muerte?
Pero aún lo natural es una ilusión accesoria, un sublime espejo infinito de enseñanza y creatividad, la biblioteca sensible del ser encarnado. Sin embargo es lección el aprender a soltar la materialidad, incluso natural del universo físico, los cuerpos que nos rodean necesitan de nuestra interpretación crítica con el fin de servir mejor al desarrollo funcional de la tecnología y la ecología, sin que se atenten mutuamente.
La lección de la convivencia y la integración del otro y con el otro, parece ser más significativa que el resto de ordenes materiales y jerárquicos, incluso poderes políticos y demarcaciones territoriales para las clases sociales.
Los grados de diferencia entre los seres humanos más ricos y los más pobres a nivel global puede describir claramente las extravagantes maneras en las que los seres humanos consideramos vivir para sentirnos «felices» y realizados. Al mismo tiempo, los conceptos de riqueza y pobreza se mira con diferente óptica, En realidad la opulencia engendra la nobleza y florecimiento de las humanidades, o es el ser humano que a partir de sus construcciones creativas logra transmitir las más finas impresiones.
Es muy notable que existen hoy en día seres humanos de transformar su entorno de manera profunda gracias a su fuerza ejemplar de actuar, y que hoy como nunca se constituyen grupos fuertes de creación artística, movimientos ecológico o sociales. Sin embargo en un mundo de miles de millones, ¿Qué es lo que resalta más? o ¿En dónde pones tu atención? Nuestra intención puede determinar que un fenómeno se vuelva invisible ante nuestros ojos.
Es momento de tener paciencia y continuar regando una planta, confiando que le tomará 100 años crecer a su máximo potencial, a unos 80 metros del piso. Las paredes de los edificios se han caído mil veces y se volverán a caer todas y cada una, pero siempre habrá un lugar en donde habitar, y no sólo nuestra existencia será trascendental, sino toda la existencia misma volverá a unificarse y podrá dar a luz a nueva raza, con la cualidad de subir un poco más el nivel de conciencia.
Y no por eso menos importante el presente exige se asuma la intención como una realización y conectar a través del ejemplo con el otro, para una genuina transformación del comportamiento grupal. No por reglas ni protocolos, simplemente por el bienestar de eficiencia afectiva y profesional de la colaboración.
Nuevamente te hacen sonreír las mismas bromas, y los hechos pasados se vuelven tradiciones y entonces estás en la posición de decidir: que se quiere llevar y que se quiere dejar en el camino, incluso con las memorias, una debe voluntariamente optar por aquellas que le provean de algo, o al menos evadir el dolor de experiencias espinosas.
Es tiempo de hacer conciencia y meditar. Piensa con los sentidos y no le des más crédito a los conceptos. Permite a tu ser vivir la experiencia del presente sin el prejuicio del tiempo y de los conceptos intelectuales, que separan la realidad de la fantasía. Y no porque sea una fantasía muchos consideran cierta, es menos una fantasía.
Al final todos son fantasías, incluso nuestra huella, es la representación de la marca que deja el plumón, que ya no es ni el plumón ni la tinta; no es tampoco aquello que lo inspiró. La propia existencia es una especia de regalo sin instrucciones que transforma en cielos y en infiernos todos los días de nuestra vida.
Es posible que esta asimilación del presente pueda parecer tan triste al principio que las personas encuentren incluso mucho mejor, permitirse absorberse al entorno y permitir que sus vidas corran como impulsadas por el tumulto de personas en el tren subterráneo. La conciencia de la realidad puede ser tan hostil que se descalifique al grado de mantenerse fuera de ella. Esta necesidad de complacencia, esta ansiedad inducida por una convivencia forzada con los otros individuos y con la relación con el dinero, obliga a que las personas se vuelvan hostiles, e incluso amos y esclavos en la vida cotidiana, en las sombras del silencio, de la marginación. La incontrolable fuerza humana, en contra de la humanidad, en el agresor en si mismo y en la victima como el objeto de la violencia y del hambre de saciar su profundo instinto natural, su miedo a la muerte al desnudo.
…
Porque mis ojos no lo verán, enfocaré mi tiempo a otras cosas y no dejaré que mi energía se desgaste en hielos que ya se están descongelando. Las semillas están abriendo sus brotes y estos nuevos germinados son la cosecha de nuestro karma histórico. Lo mejor y lo peor de lo que hemos sido capaces de concebir, está por lanzar con potencia ante nuestro presente todo lo que trae a adentro, para engendrar el cambio y la destrucción que inevitablemente acompaña al desarrollo de las sociedades humanas.
Y trataré de entender lo que puedo apreciar con mayor claridad a partir de mi cercanía y entorno social, es posible que ahí exista una posibilidad de desarrollar algo transformador y congruente con lo que este ecosistema necesita.
30 de septiembre de 2015