Ayer por la noche, como a eso de las 11 de la noche, salí a jugar soccer con mi vecinos, que estaban en la calle jugando cuando llegue de una cena familiar. Corrí a mi casa, me puse los tenis y sali corriendo para preguntarles si podía jugar.
La verdad no recordaba lo gratificante y divertido que es el futbol callejero, tiene sus matices tan propios que le dan vida y alma propia al juego sobre la calle y las banquetas. Al final perdimos 21-18 y lo destacado fue que aún con la lluvia los raspones en el asfalto, los empujones y las porterias invisibles, pude recobrar algo que era mio, y que sé que siempre ha estado dentro mi.