No supo cómo despedirse en ese momento.
Apenas unos ruidos de motores se escuchaban en el predio de junto,
docenas de caballos cruzaban frente a la propiedad de
Javier Torres, el hombre que se había mudado recien,
al tranquilo pueblo de Tapachula.
Tomó sus cosas y en silencio trato de atravesar la sala,
en donde todos dormían y aún había vasos servidos y
alguno que otro cigarro quemándose lentamente.
Mucho se habló de ese día que Estela tuviera que tomar
otra vez el camino a la ciudad, esta vez sin el pequeño
Mauricio, pues necesitaba tiempo completo si quería aprovechar
una nueva oportunidad en la estación de radio.
Con mucho esfuerzo, pero sobre todo mucha pena,
hecho a andar hasta la parada del autobús desde donde habría
observado todo, por un ultima vez.