Sólo miro a mi al rededor,
esperando que caigan del techo,
las respuestas a mis preguntas.
Realmente no es que espere,
más bien pienso como será,
cuando sepa que contestar.
De hecho es posible,
que las respuestas sean obvias,
que sean conocidas de antemano.
Es pues una cuestión de entender,
no de conocer,
de comprender realmente.
Descansaré la cabeza,
y miraré a mi al rededor,
una vez más.